Empleo a mi edad…

Cuando se piensa en la exclusión social, la imagen que viene a la cabeza suele ser la de una persona sin hogar o con algún tipo de adicción. La historia de la donostiarra Arantxa Tomás no encaja con ninguna de esas ideas preconcebidas. Siempre tuvo un techo donde dormir, su casa familiar, y los problemas de salud le sobrevinieron cuando le detectaron un cáncer de boca, hace ahora cuatro años. Pero su vida también ha estado suspendida del alambre. Se dedicó en cuerpo y alma a cuidar de su padre, enfermo de Alzheimer, y de su madre, que padecía Parkinson, hasta que ambos fallecieron en el transcurso de un año. La operación y el tratamiento contra el tumor paralizaron su futuro y para cuando se recuperó, aunque sigue con revisiones, las puertas del empleo estaban cerradas. ¿La razón? Tiene 57 años, «ese ha sido mi hándicap, la edad».

Inquieta por naturaleza, no se ha quedado en ningún momento de brazos cruzados. A través de Lanbide, el servicio vasco de empleo, contactó con Erroak Sartu, una de las entidades que trabajan de la mano de la Diputación foral de Gipuzkoa para dar un empujón laboral a las personas que, como Arantxa, luchan por una oportunidad. Ella encarna el objetivo del plan foral Elkar Ekin, que arrancó en junio del año pasado para mejorar la inclusión y reducir la desigualdad social en el territorio. Desde entonces, casi 3.000 personas en Gipuzkoa se han beneficiado de alguna de las iniciativas a través de las cuales 245 han encontrado un empleo, según los datos expuestos ayer por el diputado general, Markel Olano, y la diputada de Políticas Sociales, Maite Peña, en el marco de unas jornadas con el Tercer Sector en el Palacio de Aiete de Donostia.

«Ha sido empezar de cero, porque yo nunca había ido a buscar trabajo, ha sido siempre el trabajo el que me ha encontrado a mí», cuenta Arantxa. Ha trabajado 18 años, de recepcionista, en una compañía de seguros, de cajera, tuvo también una tienda de animales… Nunca le faltó un sueldo que llevar a casa. Y de repente se dio de bruces con una realidad que por desgracia tan bien conocen los parados de larga duración. «Me rechazaban por mi edad, pero nunca me di por vencida. Siempre he sabido que valgo. Habrá gente joven para trabajar en Zara, pero también en algún lugar habrá un puesto de trabajo para personas con mayor experiencia laboral como la que yo puedo ofrecer». El ‘sí’ que tanto esperaba escuchar le llegó hace pocas semanas desde una ferretería, aunque se resiste a celebrarlo «hasta que no firme el contrato». Quiere lanzar dos mensajes. «Es muy importante la orientación que te dan. Si es buena te motiva, pero si es mala te desmotiva. Y también quiero resaltar que las personas de 57 años también tenemos mucho que aportar, a veces más que la juventud». De Erroak Sartu solo tiene buenas palabras y agradece a todos los que le siguen acompañando en ese camino hacia el empleo. A su lado, ayer estaba Laida Bastida, trabajadora de la entidad, que aprovechó para pedir a las empresas que ofrezcan puestos de trabajo acorde a todos los perfiles, también al de aquellas personas que quieren salir de la exclusión. «Lo que faltan son puestos de trabajo no personas con ganas de trabajar», remarcó.

«Las personas de 57 años tenemos mucho que aportar, a veces más que la juventud»

El plan Elkar Ekin cuenta con 3,2 millones de presupuesto y pretende llegar a 4.000 usuarios

De momento, los programas han dado sus primeros frutos con 245 personas en riesgo o situación de exclusión que han logrado empleo. La pobreza, que creció por el zarpazo de la crisis, se ha reducido en Gipuzkoa en los dos últimos años. 11.200 personas han logrado en este tiempo salir de una situación de precariedad. El índice que mide la desigualdad también desciende. «Sin embargo -entonó el diputado general a modo de autocrítica-, tenemos que seguir trabajando porque es un hecho que los casos de pobreza severa se están cronificando», con 35.000 personas que siguen en un escenario muy complicado.

A ellas especialmente se dirigen los programas enmarcados en el plan Elkar Ekin, para el que ya se han destinado 2 millones de euros y que cuenta con un presupuesto de 3,2 millones. Además de los programas de inserción laboral, se ha desplegado una nueva ayuda económica para favorecer el camino de la inclusión y de la que se han beneficiado unas 200 personas, detalló Peña. La prestación es puntual y limitada a un periodo de seis meses. También destacó el servicio de valoración de la exclusión, puesto en marcha en marzo y por el cual las personas sin recursos son valoradas y encaminadas hacia los servicios y derechos que les corresponden de acuerdo a la Ley de Servicios Sociales. La apertura de 53 nuevas plazas en centros de la red de atención a personas en exclusión y la puesta en marcha del programa ‘Housing First’ para dar una vivienda a personas sin hogar figuran también en el capítulo de medidas completadas.

Olano insistió en el empeño de la Diputación en lograr un territorio con menor desigualdad, pero recordó que el objetivo debe «ser de toda la sociedad», enfatizó el diputado general. «La inclusión tiene que ver con la ciudadanía», remarcó Martin Iriberri, de Loiola Etxea. «Porque las personas necesitan sentirse en comunidad y porque la ciudadanía también puede verse afectada por la exclusión. En un momento dado, cualquiera de nosotros podemos necesitar esa ayuda».

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